lunes, 25 de enero de 2010

Muñoz Rojas

"Mira este campo verde, estas encinas
y estas rosas, llévalas contigo siempre,
sin olvidar que el día nunca acaba
cuando cada reloj, en cada alma,
dé doce golpes lentos al silencio.
Mira este campo verde, las encinas
reposan en la niebla, la niebla
enreda paz y paz sobre los campos.
Quién pudiera perderse en la niebla,
quién pudiera perderse sin sentirse.
Yo nunca olvidaré que tu palabra,
tu palabra, mi amor, vino a buscarme
frente a encinas también, frente a rosales,
campos secos y sin lluvia,
y tomando mi mano me condujo.
Te esperaré, mi amor, pero la lluvia,
la lluvia sobre el campo, sobre el alma".



...

Cuando se secaba el tallo de mi cardo
llegaste en aquella primavera umbría
En el caserón arqueológico helado,
las rosas brotaban antes que alegrías

Lo blanco de su corazón de polvera
se mostró casi intacto, como de nardo
Ni heladas, lagartos, abejas o vientos
que quisieron secarlo lo estropearon

Apenas lo miraste, una mariposa
salió a volar de su corazón al techo
Luego quedó solo pero no vencido
se irguió recio con la lluvia y con los versos

Ya puedes cortarlo para tu corona
qué más pueden desear los tristes cardos
que adornar a las vírgenes de la Sierra
llegando a ser eterna ofrenda en los vasos
de la ermita de Yeguas y de los Llanos.

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