Dos gardenias para tí (o segunda entrega)
En la radio de madrugada suena la voz de Sole (la antigua vocalista de "Presuntos Implicados") y casi sin darme cuenta, conforme ella la canta, vienen las palabras de la vieja canción a mi cabeza ... "Toda una vida estaría contigo; no me cansaría de decirte siempre, pero siempre, siempre, que tú eres mi vida, ansiedad, angustia y desesperación... Toda una vida...no me importa en qué forma, ni como, ni donde, pero junto a tí."
No sé por qué, pero como ya me viene ocurriendo con demasiada frecuencia, pensé en tí, en nuestra última salida y en lo que me dijiste: "al final el amor se convierte en rutina, ésta en hastío y finalmente se aguanta por conveniencia de ambos; la realidad es que las parejas cuando llegan a esta situación no rompen
porque social y económicamente no les conviene".
No sé, pero en la madrugada, después de un par de tragos de licor venezolano, se superponían en mi cabeza las imágenes del sonriente Machín y el mohín de tu cara cuando sentenciaste, de forma tan dura, el fin de tan bello mito de las sociedades occidentales: el Amor (así con mayúscula); ya que, según creo, los orientales no entendían este concepto exactamente igual que nosotros hasta que comenzaron a ver películas yankies.
Yo tenía un colega en una universidad norteamericana que hace tiempo visité. Un día me dijo que se iba a Corea. Le contesté que si sabía lo que hacía, pues volver a un país que abandonó hace más de diez años no le iba a ser fácil. Sobre todo, tras haber vivido en una rica ciudad norteamericana del medio Oeste donde sólo hay que pulsar displicentemente un botón para obtener inmediatamente lo que le apetezca a uno. Me contestó que se iba porque iba a casarse. ¡Bravo! ahora te entiendo: sacrificas los logros profesionales y económicos que has tardado años en conseguir por el amor de tu novia. También le dije que llevaba razón escogiendo lo que más feliz le podía hacer a la larga.
Mi colega me replicó que la cosa no era como yo la había interpretado. "En esta decisión no me guía el romanticismo, ni voy a encontrarme con el amor de mi vida, ¡de ninguna manera!". Lo que realmente ocurría es que la familia de mi colega le había buscado una buena candidata a esposa. Por tanto, ahora se iba a conocerla y si resultaba ser una buena persona, a casarse con ella.
Un poco contrariado por el "planchazo", yo le repliqué: ¿y cómo no se te ha ocurrido buscar una esposa entre las chicas del Estado? ...¡Con las preciosidades que hay! pensé yo para mis adentros. Me contestó que no, que eso no funcionaría. Lo mejor es el "matrimonio arreglado", a la manera tradicional de su país, buscando a la futura esposa de uno en familias conocidas. Así, siguiendo la costumbre, es menos probable encontrarse con "desagradables sorpresas" cuando en el transcurso de la vida matrimonial la pareja se vaya tomando confianza ... ¡y perdiéndose el respeto!, creí interpretar yo de lo que quería decír mi colega .
Otra vez pienso en el pobre Machín y su media sonrisa de hombre entrañable para tantos como yo que lo escuchamos ya viejo, durante nuestra infancia. Tantos años de gardenias y mambos del pobre Machín... ¿para qué? Quizás sea yo el último espécimen de una trasnochada cohorte de malos poetas, bebedores de absenta, frecuentadores de cafetines llenos de humo, escritores de bellas frases apasionadas en tarjetas de visita y postales turísticas, que habitaron el planeta al final del siglo XX.
El amor, como decía una de las mujeres que conocí, es "algo que sólo dura 2 años, cuando se diluye en la rutina diaria y la pasión inicial se convierte en el débito conyugal que, por cierto, algunos días te apetecería pagárselo a tu marido con el macizo del butanero".
"Tardé en olvidarte 19 días y 500 noches", como dice otro paisano mío que, según él, tiene un conocimiento de causa refrendado por una dilatada experiencia de amores y desamores.
Vamos a ver, resulta entonces que la letra de la canción de Machín es una bella mentira para mucamas que bailan milongas por las noches en Jun. Y ese profundo convencimiento que sentimos cuando nos enamoramos acerca de que una persona se pueda convertir en el centro de nuestra vida es una ilusión. Entonces, lo que nos ocurre cuando en cada acción de nuestro día-a-día la tenemos presente en nuestro pensamiento, preguntándonos qué haría o que diría si estuviera allí con nosotros en la cola del banco o del autobús, realmente se trata sólo de una alucinación transitoria. También debe ser un grave desvarío, que requiere urgente opinión profesional, el imaginarnos su cara sonriente de aprobación cuando nos sale bien una clase o ganamos un merecido reconocimiento en nuestra profesión. Y, por supuesto, que corramos a encargarle flores cuando llega un día especial o que, después de varios años de conocerla, todavía nos angustie la posibilidad de equivocarnos al decidir donde llevarla a cenar o a tomar una copa para que ella se sienta a gusto y nos sonría mientras sorbe lentamente esa bebida que le gusta.
Por supuesto, aquel que sienta eso de "toda una vida contigo ... no me importa ni el cómo ni el dónde" está sencillamente para recluirlo en un sanatorio mental (si es que queda alguno en funcionamiento). Vamos, que el "nuevo matrimonio" debiera ser simplemente un contrato mercantil, "revisable" cada diez años, como decía otro conocido mío de mucha "mundología" sobre este tema (y cualquier otro). Respecto del "no me importa ni el cómo ni el dónde" podemos decir que, por supuesto, es totalmente ridículo ya que a nadie se le ocurre iniciar una sociedad mercantil sin capital o en números rojos.
Sólo me queda una duda, antes de salir corriendo a la primera consulta de psiquiatra que esté de guardia: ¿por qué nadie está dispuesto a renunciar a intentarlo alguna vez en su vida? Me refiero a enamorarse con la intención de no cansarse de querer "siempre-siempre", tanto en la bonanza y la prosperidad como en las etapas de vicisitud, cuando hay que amar incluso si se siente "ansiedad, angustia y desesperación".
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