domingo, 11 de abril de 2010

Miguel Strogoff

Han pasado ya casi dos meses desde mi operación de la vista y sigo sintiéndome incomodo. Nunca me abandona ya una sensación de escozor en los ojos, además de cansarme mucho más que antes cuando leo. Después de la operación quedé casi sin vista cercana. Por toda explicación obtuve que mis ojos miopes nunca tuvieron que esforzarse mucho en enfocar a distancias cortas y entonces recordé, demasido tarde ya, una frase -quizás de Sanchez-Dragó- "bendita miopía!, ya que a partir de una determinada edad nos compensa la horrenda presbicia!"

No sólo eso, además se terminó mi última relación "estable". La falta de confianza mutua ha destruido lo que parecía ser la afortunada unión de dos personas que parecían destinadas a estar juntas. La "cuenta está saldada", como diría mi paisano. Sin embargo, no puedo entender cómo estando dispuesto a amar se puede perjudicar tanto a otra persona. En este momento sólo tengo nostalgia de ella, de los maravillosos momentos vividos y no puedo entender su ceguera actual. Es cierto que llevo mal la soledad y que aprovecho la menor oportunidad para salir por ahí. También lo es que no tengo buenos amigos varones, sólo conocidos, compañeros de trabajo o colegas académicos. Así que la mayoría de las veces me gusta salir con amigas, ya que en promedio suelen mantener un nivel más inteligente de conversación que sus compañeros de similar formación.

La cosa es que mi pareja ha tenido que ausentarse durante más de un mes y no se le ocurrió otra cosa que dejar a alguien de su confianza para que vigile mis entradas y salidas. Tardó poco en irle con el cuento, dando datos profesionales de mi amiga y ocasional acompañante, que delatan su relación con la institución donde trabajo actualmente. Mi amiga, a la que estimo y respeto por su calidad humana y profesional desde hace más de diez años, siempre ha mantenido conmigo una amistad basada en la simpatía mutua, el sentido del humor, cotilleos profesionales y degustaciones de buenas cosechas de Marqués de Murrieta. No sé qué le pudieron contar, pero muchas veces la insidia puede ser más creible que la verdad. En cualquier caso se puede decir que hay gente a la que "preocupo" bastante.

La salida con mi amiga ha sido considerada una traición, juicio exagerado por la penosa situación familiar que ha motivado el viaje de mi pareja. Pues bien, la pregunta es ¿una reclusión dentro de mi apartamento durante toda la ausencia me hubiera convertido en mejor compañero o pareja?¿en más confiable amante?¿el hecho significó abdicar de la solidaridad debida a mi pareja en el duro trance que está atravesando?

Creo que en el fondo las relaciones humanas, y muy especialmente las de pareja, se basan en un protocolo y unas convenciones que hemos de seguir o respetar sin cuestionamientos o interpretaciones. Es lamentable, pero es así: no importa la naturaleza de tus sentimientos profundos por otra persona, has de actuar como se espera que lo hagas -de acuerdo a un cierto convencionalismo- y no de otra manera, por supuesto.

Llegado a este punto mi conclusión no puede ser más que: si quieres triunfar en las relaciones humanas, sigue el protocolo, sé "previsible" y respeta las formas. No hagas menos que lo que se espera de tí, pero tampoco más. Ya que siempre serás juzgado con "memoria de pez". No importan tus actos anteriores, la pasión, el sentimiento, el esfuerzo que hayas puesto en construir cada relación, ni tampoco lo que hayas hecho por la otra persona. Llegado el caso, sólo cumple con lo que se espera de tus actos porque no se te ha de juzgar en la perspectiva de cada "historia", sino en el albur de lo inmediato y sólo con los datos de tu "comportamiento" reciente.

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