miércoles, 22 de junio de 2011

Si las copas traen consuelo...

Aquí estoy otra vez, añadiendo una nueva entrada a este absurdo blog que nadie sigue.

El caso que hoy nos ocupa es el siguiente: mi amor resultó ser una zorra.

Pero no es tan fácil … quiá! La cosa no es, era una zorra, gracias que me dí cuenta a tiempo, estuve apunto de cometer el error de mi vida, de ser la “perra de su cama” --Sic Miguel Bosé; pero, afortunadamente, un segundo antes de entregarle mi vida entera, de darle el hijo que ella decía que quería y que yo también deseaba, pensé: en esta relación, hasta ahora, lo he puesto yo todo ¿por qué no probar hasta donde estaría dispuesta a llegar? ¿abandonaría su supuesta “seguridad”?¿vendría a vivir conmigo sin importarle el futuro?¿sería una esposa al fin?

En honor a la verdad, tengo que aceptar que mi comportamiento dejó mucho que desear; no fue precisamente claro, pero cómo podía comprometerme con ella para siempre sin tener una mínima base sobre la que comenzar nuestra vida en común.

Mi familia jamás la aceptaría; de mis hijos, mejor olvidarme: el mejor comentario de mi hijo, cuando vió una vez su foto: ¿quién es esa mujer? (sonando como a “cómo puedes tú relacionarte con esa mujer”).

Bien, acepto haber sido cobarde y no haber tenido el valor de enfrentarme a todos, y haciendo valer mi amor por ella, romper con todos y quedarme esperando el día en que ella decidiera venirse a vivir conmigo. Lo siento, no soy el héroe que fuera capaz de esperar en soledad su sacrificio: renunciar a su posición para comenzar conmigo una nueva andadura de futuro incierto.

Pero, ¿es posible que en menos de un mes desde que rompimos esté babeando con un antiguo pretendiente? ¿que haya olvidado lo que fuimos el uno para el otro y esté deseando ser poseída por un individuo del que ahora se siente locamente enamorada, después de entregarse a mí con “toda su alma”?

Supongo que a estas alturas de mi vida, después de todas las experiencias vividas; después de haber sido víctima de un engaño durante casi siete años, debería sentirme, al fin, liberado y feliz por no haber llegado hasta el final y, posiblemente, haber cometido el error de mi vida.

Pero, de pronto, por casualidad, escucho el viejo tango: “si su amor fue flor de un día, por qué causa es siempre mía esta cruel preocupación ...Nostalgias de escuchar su risa loca y sentir junto a mi boca como un fuego su respiracion... quiero por los dos mi copa alzar para olvidar mi obstinacion, y mas la vuelvo a recordar”

Recuerdo la noche estrellada de San Rafael de Mucuchíes, donde abrazados, bajo las estrellas nos declaramos amor eterno, y ahora, sigue sonando el tango: “ Llora mi alma de fantoche sola y triste en esta noche, noche negra y sin estrellas”.

Hasta las estrellas parecen haberme abandonado en esta noche triste. Quizás el resto de mi vida esté condenado a recordar el amor-verdad que no pudo ser. En esta noche infame, incluso, perdonaría lo innombrable. No creo haber caído máś bajo jamás en mi vida y todo por el amor de una mujer que está en brazos de otro hombre, que la quiere, y al que ella, sin duda, quiere. Mujer a la que yo no supe retener, pero a la que, a mi manera, amé y estuve a punto de entregarme... como jamás a ninguna otra lo hice.

“Si las copas traen consuelo, aqui estoy con mi desvelo para ahogarlo de una vez”.

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